sixpence Isabel I

-No sé señor Shakespeare, ¿puedo llamarle William?

-Por supuesto señor Milington

-Se aleja un poco de lo que solemos publicar- Continuó -Aquí vienen a buscar buenas obras de suspense, terror y asesinatos entre la niebla londinense. Ya sabe. Esto se aleja un poco-

William Shakespeare le había ofrecido la lectura, hacía unos días, de varias de sus primeras obras. Alguna comedia, un par de tragedias, unos cuantos sonetos y una obra histórica. Necesitaba dinero. No había tenido éxito en su periplo por las tres principales editoriales londinenses y ésta, su cuarta opción, tampoco parecía que llegase a buen puerto.

La librería Thomas Milington era un pequeño negocio del extrarradio que editaba parte de lo que vendía. Acostumbraba a comerciar con baladas o narraciones musicales. Pero de buena tenía poco. Se podría decir que pertenecía al extremo inferior de la escala editorial en la Inglaterra Isabelina.

-Quizás la que más me ha llamado la atención es esta, pero la segunda parte, que es la más animada- Dijo levantando de la mesa un manuscrito titulado “2 Enrique VI”.

-Bien. Me pregunto si podría probar con Enrique VI al completo. La primera parte habla de la pérdida de nuestros territorios en Francia, y la tercera del conflicto. Un parte solo… Queda algo cojo- Dijo William -Pero lo que considere que pueda ser más factible de vender- Corrigió rápidamente.

William Shakespeare necesitaba dinero. Hacía dos años que se había mudado al centro de Londres desde Stratford y ya estaba pensando en mudarse a otra zona más modesta, a Bishopsgate, con el fin de ahorrar todo lo que pudiera. Desde hacía varios años tenía su foco en la compañía teatral para la que trabajaba como dramaturgo: Lord Chamberlain´s Men. Ansiaba ser propietario.

-Me gusta esta. Define bien las incapacidades de nuestro buen Rey. Pero por supuesto habrá que cambiarle el nombre. Algo más descriptivo le iría mejor.

Se quedó pensando un momento.

-Quizás la podríamos tener lista para mediados del año que viene. Un buen año 1594. Puede ser de buen augurio para Usted – Dijo Thomas.

-Ocho meses…¿No podría ser antes?…

-No. Tengo otras seis obras que publicar hasta fin de año- Espetó Thomas. -El señor Creede me mataría-

Thomas Creede era su impresor habitual.

-Señor Thomas, ¿cree que podría adelantarme algo de los honorarios?

-Solemos hacer un pago por ventas, señor Shakespeare. Un porcentaje del 12% del precio de venta del libro. Así es como trabajamos-

Miró los manuscritos un instante.

 -Podría darle un adelanto por derechos de autor… Pero no será gran cosa, me temo-

William se sentía hundido. Sentía que pasaba por su peor época. No podía imaginar que esto no era nada comparado con lo que iba a sufrir dos años después con la muerte de su hijo Hamnet.

-Hagamos una cosa. Yo le cedo los derechos de todas las obras que publique en el futuro para que…-

-No me interesa William. Lo toma o lo deja- Le interrumpió

La falta de educación al interrumpirle y no usar el “señor” a la hora de referirse a él, le indicó que debía cerrar ya el trato.

-Lo tomo señor Milington. ¿Qué cantidad puede ofrecerme? –

-Puedo darle 21 chelines y… (alargó el “y” mientras miraba hacia arriba) …y 17 peniques-

El salario de mes y medio de un artesano no era lo que William Shakespeare esperaba, pero lo aceptó de buena gana. Solo deseaba que, al menos, esos 20 chelines citados, fueran 1 libra de oro en su bolsillo.

Willian salió frustrado de la pequeña tienda cargando un gran bolso con el pago. Ahí no había oro. Poca plata también. Thomas se había quitado de en medio todos sus peniques.

Años después, Thomas Milington se arrepentiría. Y no precisamente por esta jugada.

Seis Peniques

La moneda más popular que debió manejar William Shakespeare, al igual que sus contemporáneos, fueron los sixpence, la moneda de plata de seis peniques.

El sistema contemporáneo a William era caótico:

12 peniques de cobre (o 2 monedas de 6 peniques de plata como las de la portada) equivalían a 1 chelín de plata; y 20 chelines de plata hacían una libra de oro.

Pero también existían monedas fraccionarias del penique, coronas equivalentes a 5 chelines, e incluso la guinea de oro, que equivalía a 1 libra y 1 chelín.

Un sistema muy poco intuitivo. Pues variaba constantemente de sistema (vigesimal, decimal, duodecimal,…).

Claramente, el oro era lo más acaparado y poco o nada se podía ver en las transacciones habituales.

Al final William Shakespeare consiguió publicar sus obras. Lo hizo a través de dos amigos John Heminges y Henry Condell, en 1623, ocho años después de su muerte. Unas 800 copias del First Folio, a 1 libra de oro cada copia.

Hoy, cada una de las 234 copias que quedan valen más de 3,5 millones de libras.

Y Thomas Milington, como dijo, cambió el nombre al segundo acto de Enrique VI a uno “más descriptivo”. Lo llamó:

“La primera parte de la disputa entre las dos famosas Casas de Yorke y Lancaster, con la muerte del buen duque Humphrey, y el destierro y la muerte del duque de Suffolke, y el final trágico del orgulloso cardenal de Winchester, con la notable rebelión de Jacke Cade, y el duque de Yorke primero reclama la corona”

(Era todo un visionario en el mundo editorial)

1 pound Isabel I
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