Homenaje a Leyden (Leiden)
-¡Mi cabo! ¡Mi cabo! La guarnición del dique norte ha apresado a un contingente de rebeldes que intentaban huir-
-¿Queda alguno con vida?-
-Sí. Un sucio holandés. Le trae el arcabucero de Miguel con dos piquetes-
-Regístralo y llama al furriel. Seguramente el alférez quiera mandarlos a ver al maestre-
-A sus órdenes-
Las tres de la mañana no era una buena hora para que los pífanos anunciaran su captura a viva voz. Pero tampoco era una decisión que el cabo Quiroga pudiera elegir. Debía avisar inmediatamente. Las campanas de alerta no tardaron en tañir.
El sargento mayor de Vargas mostraba un semblante serio mientras esperaba a la entrada de la tienda del maestre. Ya había sido debidamente avisado por el furriel de la llegada de los hombres capturados y se le notaba cierta inquietud en su semblante.
Pronto se haría de día y tenía mil cosas que despachar con su alférez.
-Francisco, ya están aquí- Gritó al divisarles sin quitar la vista del frente.
– Que pasen-
Francisco de Valdez esperaba sentado. En su mesa tenía desplegado un mapa de la ciudad de Leyden. El mismo mapa que se usó durante el primer asedio.
Las fortificaciones no habían cambiado, pero los diques sí. Las crecidas y los intentos directos del príncipe de Orange y de Louis Boisot en julio de acceder a la ciudad para introducir provisiones desde el mar hasta el lago dulce (Zoetermeer como lo llamaban ellos) habían hecho mella en los controles españoles.
– Rango y nombre- Le preguntó en un holandés muy correcto.
-Gerrit de Almaark, señor. Soldado raso, señor- Le contestó levantando la cabeza tímidamente.
-Mi maestre, traía esto consigo. Una daga testicular y una ropera solingen. Y hemos recuperado tres gatos de dinero. Una suya y otras dos de sus compañeros- Irrumpió el furriel mayor.
-¿Es tuyo este talego? Gerrit– Le preguntó directamente el maestre mientras cogía una de las bolsas que el furriel había depositado encima del mapa de Leyden.
-Sí mi señor. No es robado. Es nuestra paga-
-¿Porqué pesa tan poco, mercenario? ¿Acaso es un rácano vuestro Príncipe?-
-Mi señor… 6 piezas de 20 stuiver y 3 de 30 stuiver-
El maestre se quedó mirando fijamente la bolsa mientras el cautivo le indicaba las cantidades. La mirada perpleja de Francisco avisaba de su próxima acción.
Abrió la bolsa de cuero y esparció las monedas sobre la mesa. Podían ser gulden o stuiver, pero claramente no eran de plata.
-¿Qué es esto?- Le preguntó a Gerrit mientras tomaba un puñado en su mano.
-Mi señor. Son monedas de papel, creo- Titubeó Gerrit.
Una carcajada resonó en la tienda. Uno de los piquetes se sonrojó y bajó la mirada.
-¿Monedas de papel? Explícame qué es esto-
-Mi señor. Creo que se quedaron sin metal a finales de año. Y comenzado el nuevo año creo que usaron las planchas y los troqueles del Waag para hacer esto. Nos aseguraron de su mismo valor y que sería canjeado por plata. Yo,… yo entré en junio. No sé más…
Mientras hablaba, el maestre manoseaba una de las monedas. Advirtió rápidamente que ésta se deshacía en laminas. En decenas de pequeñas láminas.
-Parecen páginas de libros- Comentó mientras tomaba entre sus dedos una de las pequeñas láminas y la ponía al trasluz. Hizo una pausa, frunció el ceño y gritó.
-¡Llamad al capellán!-
En breves segundos estaba en la tienda.
-Padre, mire esto. Dígame qué le parece esto-
-Son trozos de salmos, mi maestre- Dijo el capellán tras examinar unos pocos. –Y libros santos- Continuó.
El maestre se quedó mirando al cautivo mientras los dos alguaciles hacían más presión en sus brazos por donde le tenían agarrado. Y antes de que pudiera preguntar nada, Gerrit notó que debía dar una explicación rápida.
-Mi señor,… yo,… yo no se nada. Entré en junio…, me dieron la bolsa cuando entré-Balbuceaba. -Me explicaron que eran gulden válidos. Que los podría canjear. No sé que han usado para hacerlos. Yo…-
-¿Tus amigos protestantes han usado las sagradas bibliotecas de San Pedro y San Pancracio para hacer esto?- Le interrumpió Valdés encolerizado.
-Mi señor,… yo…, Pieter, Pieter, el alcalde Pieter van der Werff nos lo dio en persona-
-¡Llévenselo! Y nada de mosquetes. A cuchillo. O terminaremos nosotros también usando papel para hacer balines.
-¡Mi señor!- Gritó Gerrit. -¡Tengo información! En septiembre romperán los diques para entrar. ¡Lo juro! ¡Tengo información!-
Francisco titubeó por un instante. Le miró a la cara y dijo:
-No será capaz tu Príncipe de inundar los campos para entrar a la ciudad. ¡Llévenselo!-
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Valdés se equivocaba.
El 3 de octubre de 1574 se liberó la ciudad de Leyden tras la rotura de los diques y los españoles se retiraron.
Y estas monedas han pasado a la historia por ser la primera vez en Europa que se usaba papel para realizar un pago (aunque no sería correcto hablar de papel-moneda). Material que no se volvió a utilizar hasta 87 años después, en Suecia.
Ciertamente se usaron libros de salmos y religiosos. El papel era el material más abundante en ese momento en Leyden. Se cortaron en planchetas redondas, se apilaron y se sellaron con troqueles de moneda y contratampillas con las armas de Holanda.
No se conoce bien si se acuñaron a finales de 1573 o a principios de 1574. Si se conoce que se realizó una tirada 5 stuiver (1/4 de gulden), 14, 16, 18, 20 (que equivalía a 1 gulden), 28 y 30 stuiver.
Se usaron los troqueles del león coronado con su escudo y su espada la leyenda “PVGNO PRO PARIA” (lucha por tu país) en sus reversos y “HAEC LIBERTATIS ERGO” (todo por el bien de la libertad)
A veces la Historia nos sorprende con buenas historias. Pero algunas veces, son las buenas historias las que sorprenden a la Historia.
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